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Madeira, con su clima suave y sus aguas cálidas, es una de las islas europeas más apreciada.

Sus paisajes son únicos e impresionantes, su cultura gastronómica es tradicional, el agua del mar es cristalina y su gente es simpática y hospitalaria.

Sobre esta Perla del Atlántico se basa un mosaico vegetal de gran diversidad de vegetación exótica y mediterránea. En particular, el bosque de Laurissilva, un tipo de selva subtropical húmeda endémica de la Macaronesia, que encuentra su máxima expresión en las tierras altas de la isla de Madeira, donde está la más grande y bien conservada muestra, con un área de aproximadamente 15000 hectáreas. En 1999, este bosque fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

Una de las mejores formas de llegar a conocer esta fantástica herencia ambiental es caminar por los senderos y canales que cruzan esta mancha verde y que permite un contacto directo con las especies endémicas de la flora y la fauna de la isla de Madeira.

Y sobre este jardín a orillas del mar fueron creciendo pueblos pintorescos con fragmentos de historia y de vida, donde se pueden encontrar hoteles únicos, restaurantes, museos y muchas referencias etnográficas.

Madeira es así. Verde y azul. Montaña y mar. Campos y montes. Dulces y salados. Juventud y arrugas. Tradición e innovación.

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